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OJO CON LAS SEÑALES
7 enero, 2019

En EE.UU. el año político 2019 se inauguraba con la asunción de la demócrata Nancy Pelosi como la nueva Presidenta de la Cámara de Representantes, simbolizando así el fin de dos años de gobierno de Donald Trump con mayoría en ambas cámaras. Por su parte, en América Latina, Jair Bolsonaro asumía como Presidente de Brasil, poniendo fin a un largo reinado del Partido de los Trabajadores de Ignacio “Lula” Da Silva en ese país.


De esta manera y contradictoriamente, mientras en EEUU se abría un nuevo capítulo de mayor equilibrio de la política estadounidense, en Brasil comenzaba un período de dominio sin contrapeso del catalogado ultraderechista Presidente Bolsonaro.


La demócrata Nancy Pelosi explicaba en Washington su negativa a conceder los 5600 millones de dólares que requiere Trump para emplazar un muro en la frontera con México que según la congresista “es una inmoralidad entre países. Es una forma de pensar antigua. No es rentable”. Simultáneamente, el Presidente brasileño se disponía a despedir del sector público a quienes profesaran ideas de izquierda.


Son dos de las muestras de polarización que se han ido dando en diversos lugares del mundo y que reflejan que la ideologización progresiva de las elites partidarias ha permitido el surgimiento de propuestas políticas populistas que se levantan con la promesa de poner fin a la corrupción en las instituciones y a la oferta de terminar con problemas como la migración o el combate radical a la delincuencia. La ciudadanía que se ha ido alejando cada vez más de la política y sus representantes, tiende a buscar entonces soluciones diferentes que encuentra en liderazgos ocasionales que logran leer de mejor manera este malestar social delicado, donde cuidar la democracia debe ser asumido como una tarea nacional.

Chile no escapa a este escenario. La buena noticia del término de la “retroexcavadora” y el comienzo de la restitución de los grandes acuerdos para los grandes temas de país con que se dio inicio al Gobierno de Sebastián Piñera ha ido quedando en el camino. La valoración del centro político y la herencia de una derecha moderada y liberal se circunscribe cada vez más a un deseo de La Moneda, amenazado por la fuerza que va adquiriendo dentro de sus propias filas el discurso de “brasilización” de José Antonio Kast, quien no vacila en criticar duramente lo que considera una “izquierdización” del Ejecutivo.

La sorpresiva e inusitada emergencia de alabanzas al pinochetismo y a la adscripción de ideas de derecha extrema ha ido inundando a algunos partidos de la coalición gobernante e instalando por añadidura un clima de polarización que trae como consecuencia una tendencia natural a la radicalización de la oposición. En esta misma dirección habría que visualizar, el recrudecimiento de la violencia en La Araucanía, post asesinato del joven comunero Marcelo Catrillanca. La crisis generada a raíz de este hecho, representa un doble desafío para el Ejecutivo: recuperar las confianzas para retomar el camino del diálogo entre todos los actores y, al mismo tiempo, mantener el control y la seguridad pública con una institucionalidad desprestigiada, como está hoy Carabineros a nivel nacional y, en particular, en la zona de conflicto. Este clima también se ha vivido en las calles, como con la inexcusable agresión callejera al Presidente del Tribunal Constitucional, Iván Aróstica, hace pocos días, tras una sesión por las libertades condicionales. Todo este ripio ambiental, la polarización política y la naturalización de la violencia como forma de expresar el descontento, junto al grave descrédito de las instituciones, ponen las cosas en un punto especialmente sensible en la dinámica político- social. Este cuadro entre otras cosas, logra explicar que –como señala la encuesta Criteria- que José Antonio Kast asome con mayor mención espontánea como candidato presidencial. Si bien esto no refleja preferencia, sin duda se trata de un dato preocupante para un Gobierno de centro-derecha, cuyo Presidente ha dado indiscutidas muestras de moderación y apertura hacia el centro. El desorden que genera este liderazgo emergente en las filas de RN da cuenta de ello.

Entretanto las noticias económicas no parecen entregar toda la tranquilidad que se esperaría. Según el informe Balance y Proyecciones publicado por la CEPAL en noviembre recién pasado, Chile sufrirá una desaceleración de su economía en el año que comienza, proyectando un crecimiento del 3,3%, menor al 3,9% del 2018. Esto se verá reflejado en un aumento del desempleo, pero también afectará el gasto, el consumo y habrá una baja de las exportaciones. El estudio agrega que prevé un crecimiento económico para la región de un 1,7% promedio, debido a “un escenario de mayores incertidumbres, provenientes de distintos frentes”.

En lo político, más allá del avance de las fuerzas de derecha en el mundo, la preocupación la instala la emergencia de una ultra-derecha populista, que ha sabido leer los miedos de una clase media empobrecida y vulnerable, que observa con estupor e ira los hechos de corrupción al interior de instituciones cuyo fin debiera ser la celosa custodia de las garantías y derechos de todos.


Con una población inquieta y atemorizada por su futuro, un escenario económico global complejo y lleno de incertidumbres, en un clima político polarizado y con un fuerte estado de desprestigio de las instituciones en general, el desafío de conducción que se avecina para el Gobierno este 2019 se aprecia duro y tumultuoso y, sin duda, no admitirá errores:

 

– La primera tarea que se impone al Ejecutivo es convocar a todo el espectro político a asumir la responsabilidad por cuidar la democracia. Es cierto que los últimos acontecimientos que han involucrado a Carabineros y al Ejército han hecho dudar a algunos sobre la real subordinación del poder de las armas al poder civil, base de nuestro sistema democrático. No obstante, colaborar para restaurar dicho orden de forma inequívoca para el futuro resulta un deber colectivo. Ya no están los tiempos para la crítica fácil y las pequeñas ventajas políticas. A no equivocarse: con el deterioro institucional no gana nadie, pues daña a la democracia y, por tanto, a Chile.

– Cuando el Ejecutivo se decidió finalmente a cortar con esa suerte de “cordón umbilical” que lo hacía aparecer fatalmente comprometido con la interminable cadena de mentiras en el caso del asesinato del joven Marcelo Catrillanca, comenzó un cambio radical en Carabineros, una de las instituciones que se vio más seriamente comprometida en su reputación e imagen pública. Es sin duda, la decisión más drástica asumida por el actual gobierno. No obstante, las dudas y desinformaciones iniciales, así como la constatación de las mentiras de los involucrados ante la superioridad jerárquica, le valieron de igual forma un apreciable daño que tardará en recuperarse. Ello da cuenta de una sociedad cansada y con poco o ningún margen para la tolerancia a los errores de quienes detentan el poder.

 

– Si la baja en las encuestas de opinión se mantuviera como tendencia, el Gobierno se verá enfrentado a una dispersión de sus propias fuerzas de apoyo, quienes han demostrado en este último tiempo la volatilidad de sus lealtades, ante la emergencia de cualquier liderazgo alternativo que pueda prender en
la ciudadanía.

 

– No obstante, se equivocan quienes creen que la amenaza de la ultra-derecha responde a una suerte de derechización de la sociedad chilena. La gran mayoría de la población no vota ideologizadamente. Lo cierto es que ha sido la incapacidad de la clase política en su conjunto la que ha dado espacio a la emergencia de un populismo que basa su discurso en la crítica al sistema establecido, lo que hace sentido e interpreta a la ciudadanía.

 

– Así, es evidente que no es con llamados al orden del Presidente Piñera, ni con prohibiciones internas a sus militantes por parte de la Mesa de Renovación Nacional que se logrará controlar la inminente fuga. La solidez de un Gobierno que comience a mostrar logros concretos y cumplir con sus promesas de campaña atraería un mayor apoyo ciudadano lo que, finalmente parece ser el único camino para mantener la cohesión de la centro-derecha.

– En la oposición, por su parte, las cosas no están ni remotamente mejor. La ausencia de liderazgo es tan evidente que algunos han comenzado, nuevamente, a tornar sus ojos hacia Bachelet. La generación de recambio del sector, representada en un Frente Amplio que comenzó con gran frescura, vigor y aceptación ciudadana, ha comenzado a mostrar sus debilidades en la cancha. El episodio del Diputado Boric es una clara muestra de esa inexperiencia y falta de habilidad política: no se puede andar dando excusas, por tercera vez, por errores de esa naturaleza.

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