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Mejoremos el clima
5 julio, 2017

Por Claudia Miralles Abarca, Gerente de Imaginaccion Comunicación Estratégica

En momentos en que la carrera presidencial ha ido crecientemente llenando la agenda pública, en medio de debates y posicionamiento de candidatos, parece una buena oportunidad para destacar que no siempre lo más visible es lo más importante. Es el caso de un elemento que ha sido la base de nuestro desarrollo en las últimas décadas: la asociación público privada. Se requiere sin duda una mirada reflexiva y propositiva respecto de cómo potenciar  y mejorar la relación colaborativa entre el Estado y el sector privado.

¿Cómo se forja un diálogo próspero entre mundos diferentes?  Pienso, a través de esta pregunta, en que si bien lo privado y lo público operan bajo lógicas distintas, el mundo contemporáneo se basa en la relación entre ambos para la generación de bienestar social. Y es la disposición a escuchar al otro lo que permite que quienes siguen objetivos distintos puedan confluir en un objetivo superior: mejorar la calidad de vida de las personas. 

 

La asociación público privada aborda justamente el objetivo de generar beneficios tangibles para la gente cerrando las brechas en infraestructura y servicios pese a las limitaciones financieras que pueda tener el Estado. Pero, cuando se producen dificultados en el diálogo de éste con el mundo privado, los procesos necesarios para la ejecución de los proyectos pierden el dinamismo requerido, cuando no quedan sencillamente detenidos. Las trabas relacionales entre el mundo público y el privado finalmente impiden o aplazan la posibilidad que la gente goce de los beneficios de una nueva y más moderna infraestructura.

Las dificultades de diálogo entre el mundo público y el privado solo tienden a generar distancia, incomprensión y desconfianza entre ambos.  Cuando ello ocurre, ambos mundos parecen ir perdiendo de vista que son copartícipes de un objetivo común, el progreso de Chile y su gente.

En este punto es donde la comunicación puede ayudar el reconocimiento mutuo respecto del rol y la importancia que el otro tiene en el fin común. Cuando se pierde este reconocimiento,  el privado comienza a ver al Estado como un sistema automatizado de servicios, una suerte de “estadomático” cuyo rol se remite a ser receptor de requerimientos y mero encargado de su tramitación. 

A su vez, cuando el Estado pierde de vista al privado en cuanto socio, tiende a cerrarse en lo formal como escudo y es ahí cuando el lenguaje del actor estatal, cargado de siglas, nomenclaturas y de ideologismo, hace que el sujeto vaya quedando en un segundo plano. Así, de tanto centrarse en el trámite, de llenar la relación de procedimientos o escudarse en lo formal, sólo para que, en un ambiente de desconfianza, nadie desconfíe de lo obrado.

Ante estas dificultades, el criterio de evaluación del diálogo tiene que estar enfocado no en el Estado ni el privado, sino en el tercer actor involucrado, la sociedad en su conjunto. En ella está la finalidad central de la asociación público privada y no puede dejar de estar en todo momento en el centro de la definición de sus objetivos.

Acceder a bienes públicos de calidad es el propósito principal del trabajo mancomunado entre el Estado y el privado, no solo en lo que refiere a obras de infraestructura; no solo mejores carreteras, hospitales y aeropuertos sino pensando en toda acción en que el Estado permita a la empresa privada colaborar para el bien social.

Un mejor entendimiento entre el sector público y el sector privado no solo es provechoso para ambos, sino en particular para el tercer actor involucrado, la comunidad en su conjunto, porque está claro que esta asociación garantiza un mejor clima para el desarrollo. 

Publicada en Cooperativa.cl

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