LA MECHA QUE PRENDIÓ LA PRADERA
20 octubre, 2019
Las imágenes son de un campo de batalla. Estado de Emergencia en cuatro regiones y toque de queda en tres de ellas. Santiago patrullado por efectivos militares que no logran amilanar a manifestantes que, en una escalada de violencia inédita desde el retorno de la democracia, desafían a los hombres armados y a las más drásticas medidas, permaneciendo peligrosamente en las calles.
Con el Metro inutilizado, el Transantiago sin funcionar, el Aeropuerto con los vuelos suspendidos y colapsado por gente esperando respuestas y la suspensión de clases hasta el próximo miércoles, no cabe duda que tenemos a la capital prácticamente paralizada, sin contar las manifestaciones, los soldados en las calles, las protestas, los incendios que brotan en distintos puntos de la capital, los destrozos de los grupos vandálicos y el temor y la tensión ciudadana que tiende a crecer.
Tal como lo anticipáramos en las Claves quincenales del 11 de Octubre, los triunfos que se anotó el Gobierno en materia internacional y con el fracaso de la Acusación contra la Ministra de Educación se devaluaron rápidamente frente a la desconexión del Ejecutivo con las preocupaciones y urgencias ciudadanas. Las desafortunadas expresiones burlescas de diversos Ministros resultaron dolorosas provocaciones desde una Autoridad que se percibe insensible ante los graves apremios económicos que sufren los chilenos. La punta del iceberg – el alza de pasajes- emergió arrastrando consigo el alza de la luz, las bajas pensiones, los medidores inteligentes que paga el usuario, inequidades históricas y sueldos que no alcanzan, obligando a uno de cada tres chilenos a vivir endeudado en más de un 70% de sus ingresos.
Atrás parece quedar la inicial demanda contra el alza del pasaje del Metro, que la mayoría ciudadana apoyaba según la reciente encuesta CADEM, ya que las palabras de un Presidente Piñera que cede ante la presión y anuncia, junto a un dramático llamado a la unidad, la suspensión del alza, no contiene el desborde.
Un primer balance oficial global, que seguramente cambiará, indica que se registraron hasta hoy 103 eventos graves de violencia a nivel nacional, que 78 estaciones de Metro fueron atacadas y 7 buses del Transantiago quemados. Señala que 15 civiles y 62 carabineros quedaron lesionados, que se registran 716 detenidos y otros 244 por toque de queda. Que hay 2 mujeres fallecidas y un herido con el 75% del cuerpo quemado en un supermercado Líder incendiado y dos heridos graves a bala en el límite entre Puente Alto y La Pintana. Todo ello, acompañado de un incesante ruido de cacerolas desde las casas y barrios de los más diversos puntos de la capital.
El descontento acumulado y la sensación de abuso de poder, el descrédito de las instituciones y la desconfianza de los chilenos y chilenas, terminaron por manifestarse dramáticamente a propósito del alza en el pasaje del Metro, sorprendiendo a un Gobierno que quedó sin conducta frente al caos desatado en pocas horas. Y aunque la incontrolable escalada de violencia fue condenada transversalmente, la demanda de fondo y la crítica al Gobierno contaron con una creciente adhesión de ciudadanos hartos de promesas incumplidas y de no encontrar ningún canal efectivo de acogida a sus legítimas demandas.
¿Qué pasó desde un Gobierno que fue elegido mayoritariamente por haber sabido leer a la sociedad chilena y sus preocupaciones, a un Ejecutivo que en su segundo año se ve en la necesidad de tener que decretar Estado de Emergencia y toque de queda para contener el desborde de un pueblo descontento?
Clave 1: La actual es, sin duda, la más grave crisis social y política que ha enfrentado el país desde la recuperación de la democracia y ha develado la seria incapacidad política, comunicacional y de manejo de conflictos que tiene el Gobierno. El insólito silencio gubernamental del viernes, interrumpido en la tarde solo para confirmar el alza de pasajes y condenar la violencia y luego el anuncio del Presidente del Estado de Emergencia, no hicieron sino incentivar aún más las protestas y la extensión de las mismas a regiones. Una primera constatación es que nadie pudo proyectar la dimensión del conflicto en desarrollo. Ni Gobierno, ni oficialismo, ni oposición fueron capaces de aquilatar la profundidad del enojo ciudadano.
La desconexión de la clase política toda con el Chile real quedó en evidencia. Mientras el Gobierno se empeñaba en no ceder el corazón de su Reforma Tributaria (la reintegración) y la oposición debatía sobre si apoyar o no una interpelación al Ministro del Interior por los últimos hechos de delincuencia, en la ciudadanía se iba incubando la ira y desesperación por las carencias del día a día, por la necesidad de vivir endeudados y por haber perdido la confianza en que existe algún canal institucional que recoja y resuelva sus legítimas y urgentes demandas.
Clave 2: Desde las primeras acciones de la semana pasada fue quedando en evidencia que estábamos frente a los inicios de una ofensiva protagonizada por un sector social radicalizado y activo. Los inaceptables destrozos a la propiedad pública, los saqueos masivos a supermercados y tiendas y algunos incendios provocados en la capital dejaron en evidencia la presencia de un cada vez más osado sector antisistémico que no trepida en golpear para debilitar al poder. A ello se suma una ciudadanía que mayoritariamente se siente presionada por bajos sueldos, injusticias, desigualdades y malos tratos que no están dispuestos a seguir aceptando.
Eso es lo primero que no se debe confundir: los inaceptables destrozos saqueos y destrozos a la propiedad pública y privada de una minoría, no deben impedir ver a esa mayoría ciudadana que manifiesta su descontento con cacerolazos que no se veían hace años en Chile. Por ende, todo lo que ha ocurrido desde el viernes ha estado fuera del control de las fuerzas de Gobierno y de la oposición, que no tuvieron capacidad de percibir con claridad este fenómeno cada vez más creciente. Lo acontecido en estos días deja en evidencia que hay un desafío político, social, económico y humano que la clase política debe asumir con máxima urgencia para recuperar la gobernabilidad para Chile.
Clave 3: Las manifestaciones que ahora se expresan en comunas y regiones de todo el país han puesto en jaque al Presidente y a todo el Gobierno que no ha sabido, o no ha podido reaccionar adecuadamente para garantizar gobernabilidad. Un Gobierno que debe decretar Estado de Emergencia y toque de queda para contener la desobediencia civil y las manifestaciones de violencia, implícitamente está reconociendo su rotundo fracaso para imponer el orden y la seguridad de las personas por los canales normales de un Estado de Derecho. Tratándose, además, de una de sus principales promesas de campaña, el fracaso es doble. Por otro lado, la pulsión del Gobierno de Sebastián Piñera por mostrar cifras económicas positivas dejó de lado la necesidad de toda Administración de poner en primer lugar a las personas. El gesto más evidente de esto lo protagonizó el Ministro de Hacienda hace pocas semanas cuando, para relevar un IPC que se mantuvo, llamó a los “románticos” a comprar flores porque estaban más baratas.
Clave 4: Chile fue noticia mundial, el New York Times informó que la presencia de militares "deambulando por las calles fue discordante para muchos chilenos, dada la dictadura militar de 17 años del país, durante la cual las FF.AA. cometieron extendidos abusos de DD.HH". La radio inglesa BBC, detalló que los disturbios expusieron "divisiones en el país, uno de los más ricos de América Latina pero también uno de los más desiguales”. En España, el diario El País aseguró que "Pese a que el Presidente Piñera presumía hace solo algunos días de que su país era una especie de "oasis" en América Latina, las revueltas han desbordado a las autoridades". El inglés “The Guardian”, tituló “La evasión masiva de estudiantes de Chile se expande en una protesta en toda la ciudad…en medio de los disturbios por el aumento del costo de la vida“.
Ad portas de dos importantes reuniones internacionales a realizarse en Chile, como son la APEC en noviembre y la COP25 en diciembre, el Gobierno muestra una imagen de descontrol que pone en serias dudas las garantías que puede otorgar para la seguridad de los mandatarios internacionales y delegaciones invitadas a estas citas. Si consideramos, además, que se trata de instancias que cuentan con un gran despliegue periodístico internacional, es evidente que ambas reuniones concitarán la atención de los grupos más radicalizados que utilizarán la ocasión para salir al mundo con sus demandas. Así, el desafío para el Gobierno ahora es doble y va más allá de las imprescindibles conclusiones y compromisos a los que puedan arribar los países convocados.
Clave 5: Este grave cuadro de protestas que ha enfrentado el país, ha dejado en evidencia que toda la clase política –oposición y gobierno- no fue capaz de entender, proyectar y considerar en sus propuestas el estado de ánimo real -ese malestar ciudadano que venía en desarrollo como una bomba de tiempo- que finalmente estalló con el anuncio de la alza en el Metro. La amplia clase media y los sectores empobrecidos y marginales del país dieron un toque de alarma que no permite cuentas alegres para nadie. Todo lo ocurrido demuestra que la ciudadanía desconfía de todos los políticos, que espera soluciones reales ahora y que tanto el Congreso como el Gobierno tienen la dura misión de ver cómo arreglan las cosas para el futuro cercano, ya que este estado de protesta sabemos cuándo comenzó, pero no cuándo ni cómo terminará. La conclusión es que hay que aprender a leer no sólo datos, como que la gente no quiere la violencia, pero considera legítima la protesta, cuando ésta es pacífica, tal como lo refleja el estudio CADEM ya mencionado, sino saber interpretar el estado de ánimo de la gente que es una tarea mucho más difícil, pero el verdadero desafío para la política pública.
Clave 6: Llaman la atención dos hechos difíciles de explicar en el contexto social y político de los últimos días. Primero, que con todo el despliegue policial y militar en las ciudades, no se entiende que aquellos lugares que obviamente pueden ser objetivos estratégicos para actos de vandalismo y/o de violencia o saqueos hayan permanecido, en algunos casos, por horas sin resguardo. De esta forma, con Estado de Emergencia y toque de queda, ocurrieron incendios y daños a lugares sensibles que, inexplicablemente, permanecieron sin ninguna intervención de la Autoridad. Segundo, cuesta explicarse que, más allá de todas las impericias del Gobierno y con la crisis en pleno desarrollo, el Ejecutivo haya sido incapaz de prever y garantizar el funcionamiento medianamente normal del Aeropuerto Internacional. Esto último solo agrava la imagen de Chile en el exterior, en momentos en que lo que se buscaba era posicionar al Presidente en una dimensión de liderazgo global.