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Nos salvamos o nos hundimos.

Por Ignacio Imas, gerente asuntos públicos Imaginaccion.

La Segunda / columna de opinión 

13 de diciembre  2023

Nos encontramos en el umbral de un nuevo plebiscito, cuyo desenlace marcará el fin de al menos cuatro años de travesía por un camino que lamentablemente no nos ha conducido al punto de encuentro deseado; por el contrario, ha dividido al país. Nos han advertido que, de rechazar, nos sumergiremos en un largo período de incertidumbre económica y política. Por otro lado, que si aprobamos nos enfrentaremos a una nueva crisis social. Ni lo uno, ni lo otro, si es posible decir que desde el 18 de diciembre estaremos instalados en las mismas dinámicas que, de manera desafortunada, nos estamos acostumbrando.

Es cierto que, durante las épocas electorales, los partidos políticos deben desempeñar su papel diferenciador y presentarnos sus lineamientos programáticos para que podamos tomar decisiones informadas. No obstante, desde 2020 nos hemos visto inmersos en una dinámica electoral permanente. Este escenario deja poco espacio para el diálogo y los acuerdos, contribuyendo a un ambiente polarizado y tenso. El año 2024 no será una excepción, con elecciones municipales y regionales. La tendencia actual indica que el ganador a nivel municipal tiene la ruta despejada hacia La Moneda. Esto plantea pocos incentivos para la concordia. ¿Debemos resignarnos a que nuestros líderes continúen en estas dinámicas endógenas, sin ofrecer respuestas?

Nuestra élite se encuentra en una situación compleja por la necesidad de su propio salvataje. Si no aborda cuestiones cruciales (como salud, pensiones, educación y reformas al sistema político), la existencia misma de la política, tal como la conocemos, estará en juego. Más temprano que tarde las personas tomarán caminos como el argentino. La gravedad se intensifica al comprender que no solo ellos serán los afectados, sino los millones de individuos que vivimos en Chile. Propiciarán un escenario donde tendremos que elegir entre lo malo y lo más malo. Por lo tanto, no es solo la supervivencia de la élite lo que está en juego, sino la construcción de la lápida para nuestra tradición democrática. Ellos podrían convertirse, sin quererlo, en los sepultureros de nuestra propia historia. En este punto, ya no se trata de ceder ante la administración Boric, ni de rescatar a una élite cada vez más desconectada algo que ya ocurrió en noviembre de 2019; en esencia, se trata del colectivo.

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