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Votar a disgusto

Por  Alberto Luengo - consultor asociado de Comunicación Estratégica Imaginaccion

La Segunda / Columna de opinión

11 de diciembre 2025

Las elecciones son momentos de decisión individual sobre un asunto colectivo. En condiciones ideales, se trata de un acto de confianza en quien pensamos que nos va a representar ya sea por las ideas que profesa, por su historia de vida, sus cualidades personales o por quienes lo acompañan.

Pero en la elección de este domingo existe un amplio grupo de personas que no tiene ni el interés ni las ganas de ir a votar. Una buena parte son los votantes obligados, personas sin interés en la política, que habitualmente engrosan la abstención y que ahora deberán votar so pena de una multa cuantiosa.

Otro grupo es el de quienes apoyaban a algún candidato que no logró pasar a segunda vuelta, o no superó las primarias, y no se sienten cercanos o entusiasmados por ninguna de las dos opciones de la papeleta. Estos últimos son quienes más lamentan la situación a la que se ha llegado. Son votantes habituales, que sienten el voto como una comunión política con su candidato y necesitan no solo que éste sea el mal menor, sino estar convencidos de que es la mejor opción.

Para ellos, votar no se reduce a un cálculo racional ni a una presión externa. Quieren decidir con el corazón y la mente alineados. Quieren decidir queriendo y no por obligación.

Para este último grupo, es probable que la serie de tres debates de segunda vuelta les haya dejado un sabor amargo. Ninguno de los dos candidatos ha logrado despertar un verdadero entusiasmo más allá de su núcleo duro. Ambos exhiben por estos días su cercanía con líderes de partidos que los han respaldado, pero esos apoyos son puro cálculo y no transmiten pasión verdadera.

Las campañas y los debates de segunda vuelta no mostraron cambios significativos, ni en contenidos ni en espíritu, que captaran nuevas voluntades masivas. No movieron la aguja.

Si bien el óptimo es decidir queriendo, la democracia no distingue entre los votos convencidos y los que se dan a regañadientes, por rechazo al otro, por el mal menor o por obligación.

Y si bien el ganador de este domingo recibirá más votos que ningún otro en la historia de Chile, este dato no debe marear a nadie. Muchos de ellos se volverán de oposición apenas pase un tiempo suficiente. Son los que votan a disgusto. Quien gobierne, solo contará con los que decidieron queriendo.

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